Ciutat Podrida es el nombre de mi proyecto final de master. Un proyecto que pretende poner de relieve la crítica a las Ciudades productos, a las ciudades que se han olvidado de las personas y se rigen unicamente por criterios económicos. Es a la vez la reclamación de una cultura de base que trabaje de la participación y la reflexión, una cultura que se salga de lo monumental, de contribuir a la imagen marca de la ciudad y que se acerque a las personas. El proyecto es un proyecto de simulación, pero al denuncia que en él se hace no. Por ello quiero dejar aquí una adaptación de la introducción del mismo.
«Era un sábado de abril del 2013, acogíamos a un hindú en casa, por esa dinámica, que caracteriza tanto a nuestra generación, de viajar por el mundo en casas de amigos de amigos. Fuimos a tomarnos una cerveza al “Forat de la Vergonya”. En inglés, intentábamos explicarle nuestras realidades, formas de relacionarnos, costumbres… su cara de estupefacción era constante, al igual que la nuestra cuando nos contaba las realidades de la India. Le explicábamos lo simbólico del lugar dónde estábamos: El Forat, un trozo de historia vecinal, de lucha común por la recuperación de espacios públicos y verdes, de la tozudez y empeño incesante de los vecinos del barrio, hace menos de 10 años, por tener un espacio público donde interactuar entre ellos, relacionarse, conocerse, ayudarse, compartir… cuando sufrían las consecuencias de los planes de transformación urbanística, lo que diversos teóricos han denominado gentrificación. Plantaron un árbol para empezar una zona verde donde quería construirse un parking. Lo plantaron una y otra vez.
Tras muchos capítulos de lucha vecinal, y cargas policiales, el Forat es ahora una plaza de por y para el barrio: con un huerto urbano autogestionado por los vecinos, con canchas, espacios para relacionarse y un monumento a los vecinos que lucharon por tener ese derecho. Aunque eso no quita que todo el barrio fuese víctima de los procesos de transformación urbanística y especulación inmobiliaria con consecuencias todavía vigentes. Allí estábamos con el hindú, compartiendo culturas y conocimientos, aprendiendo unos de los otros, mientras, en el Forat, un grupo de jóvenes ayudaban a los niños, de orígenes muy diversos, a arreglar la cancha, poner una red, pintar el campo, jugar, aprender, convivir…
El proyecto que a continuación desarrollaré defiende la necesidad de recuperación de los espacios públicos como lugares de relación, interacción, expresión, cohesión, arte, resolución de conflictos, debates y construcción, en oposición a la otra Barcelona: La Barcelona construida por y para el turismo, la Barcelona presentada perfecta sin conflictos, la Barcelona marca, la Barcelona de paso, la Barcelona tienda, la Barcelona de Gaudí, la Barcelona Olímpica, la Barcelona guapa, la Barcelona multicultural. La Barcelona construida al servicio del Capitalismo Tardío que diría Jameson, construida para el capital, y no para las personas que en ella habitan.
Una situación Global que desde este proyecto se tratará localmente, centrándose en el caso de Barcelona. Una ciudad en Venta. Se propone que el proyecto se desarrolle en el Raval aunque puede hacerse en cualquier barrio. Elijo el Raval ya que ha sido uno de los barrios que más ha sufrido las reformas urbanísticas como modo de reformar la sociedad, “limpiar el barrio”, proceso reflejo de las desigualdades sociales que llevan a cabo las políticas neoliberales de presentar Barcelona como un producto.
Un producto por y para el turismo.
Una ciudad construida para venderse. Los espacios supuestamente públicos han pasado a ser espacios de tránsito, Manuel Delgado se refiere a ellos en el “El Animal Público” como “Espacios Transversales: Espacios que sólo existen en tanto que aparece como susceptible de ser cruzado, y solo existe en tanto que lo son.” Las Ramblas, la cuna del turismo desmesurado, un infierno prácticamente para los habitantes de la ciudad, marca el inicio de un barrio que vive las consecuencias de los procesos de gentrificación: la migración, las drogas y los centros culturales, las putas y las universidades, las ramblas inmensas y las callejuelas oscuras. Una Barcelona con conflictos, que se muestra como perfecta: Diversa, tolerante, cultural, y guapa, sobre todo guapa.
El proyecto parte de la idea, de que las políticas de transformación urbanística aplicadas a lo largo de la historia, primero para exaltar los nacionalismos, y luego por la generalización en el mundo occidental de vender las ciudades al turismo, han creado una masificación turística ingestionable. Se han aplicado políticas que sólo tuvieron en cuenta la revalorización económica de las zonas transformadas, y no las consecuencias sociales y la desigualdad social. Ello unido a la globalización y al boom de la burbuja inmobiliaria ha provocado que las ciudades se conviertan en productos turísticos, dónde los barrios tiene que luchar diariamente para no dejar de sentirse barrios. La cohesión social se desparrama por las calles “tránsito”. Gente de todas las procedencias coexiste pero no convive, la políticas públicas no fomentan espacios de encuentro, de reflexión, de intercambio, dónde pueda construirse una cohesión social, sino que fomentan espacios monumentalizados, para la imagen Barcelona, espacios privatizados, para ser vendidos al turista.»